El nudo de la Marin de Narvaez: El misterio de una tatarabuela de El Libertador Simón Bolívar
No creemos que quede hoy en día duda alguna de que el historiador Antonio Herrera Vaillant es nuestro primer genealogista, quien además de ser un investigador que pone ante nosotros la extensa e inmensa documentación que consulta, que es el fundamento de sus trabajos, también utiliza los elementos que los nuevos lenguajes, usos y utensilios que la computación pone en manos de quien examine nuestra historia, más en el caso de la ciencia que él cultiva.
LAS HERMANAS ROJAS
Eso ya fue evidente en su fundamental obra La estirpe de las Rojas (Caracas:
Academia Nacional de la Historia/Instituto Venezolano de
Genealogía,2007. 2 vols) a través de la cual nos hace ver como la
principales familias de la Provincia de Caracas venían y eran
descendientes de las dos hermanas Rojas, Ana de Rojas (c1535-1600) y
Beatriz de Rojas (c1537-c1622), quienes nacieron en la isla de Cubagua,
el primer asentamiento urbano de Venezuela (1519-1541), vieron la luz
ambas en la tercera década del siglo XVI y se casaron en la isla
Margarita, a donde huyeron los habitantes de Cubagua tras la
despoblación de la isla y posterior maremoto, ambas contrajeron nupcias
con dos conquistadores, y produjeron tal descendencia que sus sucesores
siguen aun vivos en nuestros días. Ana se casó con el capitán Alfonso
Díaz Moreno (c1526-1602), el fundador de Valencia, y Beatriz con Garci
González de Silva (c1535-1625), el “gonzalito” de nuestra historia, la
gran figura militar de Caracas en su primeros tiempos. Fueron las
hermanas Rojas hijas de Diego Gómez de Agüero (c1495-1561) y de Ana de
Rojas (c1515-1561), ambos fueron asesinados en Margarita (Julio 20,1561)
por el Tirano Lope de Aguirre (c1511-1561). Es, desde luego, La estirpe de las Rojas
pieza clave para un buen entendimiento de nuestra historia, pues son
muy diversos los datos de muy diversas índole que se hayan en este
fundamental libro.
LA HISTORIA DE JOSEFA
Ahora nos sorprende Herrera-Vaillant con un valioso hallazgo
documental, siglos enteros de indagaciones habían rodeado el punto sin
haber logrado esclarecerlo. Su luz completa se haya en la primera parte,
fascinante, de El nudo deshecho/Compendio genealógico del
Libertador (Prólogo: Rafael Arraiz Lucca. Caracas: Academia Nacional de
la Historia/Instituto Venezolano de Genealogía,2010.531 p.).
Indica su autor: “Por casi dos siglos sobre ella ha persistido el
fascinante enigma del llamado “nudo de la Marín”, que ha dado pie a
múltiples especulaciones en torno a la naturaleza de una bisabuela de El
Libertador que nació en Caracas, bautizada en calidad de ‘expósita’ y
luego reconocida por el padre en su lecho de muerte, sin que jamás
apareciera la madre…Al pasarlo han pasado por alto la más resaltante
realidad de su vida: que su fugaz existencia debió constituir una
tragedia desde que el momento de su concepción hasta el instante que
murió bajo misteriosas circunstancias…Un extraño poder para testamento
iniciado por doña Josefa Marín de Narváez el mismo día de su muerte,
arroja importantes pistas no sólo sobre sus orígenes genealógicos sino
sobre toda su dramática existencia… En efecto, la vida entera de doña
Josefa Marín de Narváez es un clásico ejemplo de la sumisión de las
mujeres en el mundo hispánico de la segunda mitad del siglo XVII, aún en
caso de aquellas que, como ella, eran herederas de una cuantiosa
fortuna… Cada etapa de su vida causarían asombro a cualquier feminista
actual debido a la manipulación y abuso a que se vio sometida la niña y
joven desde antes de nacer y hasta el momento de su muerte, envueltos
ambos extremos en una aureola de misterios y vergüenzas…El propósito de
este trabajo es reunir los datos disponibles a cualquier investigador
sobre esta mujer a fin de esclarecer sus orígenes, pero su lectura bien
puede aportar excelentes bases para una novela” (p.20-21).
EL SUCESO
Esta historia debería comenzar como se inician las historias de
pareja: por el enamoramiento y la seducción de la mujer. Pero no, aquí
todo comienza en el momento en que el historiador encuentra los
documentos. Así partimos, siempre en Caracas, del 26 de Abril de 1669,
días de nuestro siglo XVII, momento de la “presentación oficial de este
niña cuyos padres no casaron, y cuya madre iba a permanecer por siglos
en el anonimato”(p.34). “Josefa, hija de padres desconocidos, bautizada
en casa por necesidad. Es de edad de cinco meses poco más o menos”(p.36)
dice la partida de defunción, asentada en el Libro de Bautistas de
Sagrario de la Catedral de Caracas, Año 1668, Folio 269. El Acta, aunque
el sacramento fue administrado afuera pertenece a la Parroquia del
Sagrario de la Catedral de Caracas, esto nos indicaba que la bebé era
blanca e hija de la alta clase social de la época, sino ni el sacramento
podía ser otorgado por el clérigo de aquella iglesia ni la partida
hubiera podido ser asentada allí. Y, desde luego, no era tampoco hija de
padres desconocidos así la partida lo afirmara así. Desde el principio
llama la atención primero que nada que siendo soltero el padre y soltera
la madre de la niña el progenitor no se casara con ella. A poco del
nacimiento, además, el padre separa a la hija de la madre, la entrega en
adopción y se va de Venezuela para no regresar más. ¿De qué huye?¿de
que lo obligaran a casarse?, es esta una pregunta que cabe.
Para el examen de todo este proceso vital que sigue debemos situarnos
siempre en la sociedad caraqueña del período, segunda mitad del siglo
XVII, y comprender sus modos, sus conductas, sino será imposible
entender porque todo ser humano nace, vive, actúa y muere en su lugar y
en su tiempo, no en ningún otro.
De hecho el padre “el capitán [Francisco] Marín de Narváez no parece
haber vivido en Venezuela más que unos seis escasos años de su
vida” (p.30). Y evidentemente para aquel hecho sin duda escandaloso en
aquella ciudad de tan pocos habitantes, si vivían 4000 personas en la
ciudad la clase pudiente debía ser de cerca de 300 personas. Pese a todo
“la memoria caraqueña para los escándalos resultó singularmente
breve” (p.69).¿Yo habíamos comenzado a ser el país sin memoria que hemos
sido?.
Y para poder indagar aquella historia Herrera-Vaillant busca en donde
están consignados los últimos legados: el testamento del padre.
Los testamentos, indica, “son instrumentos legales en los que
clásicamente se apoya la investigación genealógica para aclarar
situaciones de paternidad no legítima o incógnita...aquellos que
enfrentan la muerte con frecuencia suelen utilizar el instrumentos
testamentario para saldar viejas cuentas, reparar ofensas, y en general
preparar las cosas para pasar a otra vida con las menores cargas” (p.71).
El testamento del capitán Francisco Marín de Narváez fue otorgado en
Madrid el 18 de Agosto de 1673, “con dos codicilos otorgados,
respectivamente, el 20 y 22 de Agosto, día éste último de su
muerte” (p.71), “El caso de…Marín de Narváez no es excepción…Pero hasta
ahora no se había podido analizar en su totalidad del texto del
documento completo, que contiene numerosas referencias a otras personas
de la época y pudiese aclarar considerablemente la identidad de doña
Josefa y, sobre todo, de su presunta madre” (p.71).
“Veamos la famosa cláusula testamentaria que hoy tenemos disponible
en su contexto total, y que es la que rige la vida de esta desdichada
criatura, transformándose en castigo la intención paterna de dotarla de
una enorme fortuna: ‘Declaro que tengo una hija natural y por tal la
reconozco, nombrada Josefa, de edad de cinco a seis años poco menos, a
la cual hube doncella principal cuyo nombre cayo por su decencia con la
que pudiera contraer sin dispensación cuando la hube, y que se está
criando por mi orden en casa del Señor Capitán Gonzalo Marín Granizo, mi
tío y mi hermana doña María Marín la conoce” (p.75-76,500). Es allí
cuando nombra a la hija “universal heredera” de todos sus bienes(p.76),
estos eran más que cuantiosos. Y es allí también donde nombra tutor de
la hija, a falta de su hermana, al Proveedor Pedro Jaspe y
Montenegro (p.76). A Josefa Marín de Narvaez, la hija, la llama
Herrera-Viallant “doña” aunque murió siendo apenas una mucha de veinte y
cuatro años. Sabemos, desde luego, que ese modo de nombrar a las
personas se usaba entoces, incluso el Rey lo concedía.
Dejó el capitán Marín de Narváez un legado a María Martínez de
Cerrada, que como hoy sabemos, gracias a Herrera Vaillant, fue la madre
de su niña. Por cierto, al entregar el legado a su antigua novia y
amante, y madre de su hija, dictaminó que el monto fuera de “cuatro mil
pesos si fuera Religiosa y si no lo fuere, de dos mil pesos”(p.80). Este
es otro hecho que no deja de llenar de perplejidad a quien lo lea,
¿aun, después de haberle hecho tanto daño, pretendía seguir dominando su
vida?, incluso, vista hoy, después de que el mundo fue atravesado por
el pensamiento de Sigmund Freud(1856-1939) la observación no deja de
tener sus connotaciones eróticas, parece observar que no deseaba que
ningún hombre la acariciara con los ojos vivos de la sexualidad.
Pero hay más, a nuestro entender, para ello no hay que ser una mujer
feminista, basta que seamos un hombre sensible para preguntarnos por qué
toda la interpretación del suceso, ruede alrededor de la hija y para
nada se mencione a esa joven mujer que fue engañada, según los usos de
la época, a quien seguramente prometió matrimonio, embarazó antes de la
boda, no se casó con ella, la abandonó y separó de de su hija. Y ello
dijo sin dejar de tener en cuenta que mientras seducía a la Martínez
Cerrada también “estuvo pretendiendo a doña Ana Juana [de Escobedo y
Quijano], presa social muy apetecible, al tiempo que engendraba una niña
en otra mujer de nivel”(p.50).
¿Quién era María Martínez Cerrada?, “Se trata de una figura que
aparece muy tenuemente en la documentación coetánea de Caracas, y sobre
cuya identidad existen interrogantes casi tan importantes como en el
caso de su presunta hija”(p.81). María Martínez Cerrada, fue hija del
Encomendero de Guarenas, Lucas Martínez de Porras y de su primera
esposa Beatriz Cerrada del Mármol. Es una persona, dice el autor de El nudo deshecho,
que llena de conjeturas al genealogista pues supone que tuvo a la niña
un poco más de diez y seis años y a aquella edad y en aquella ciudad,
como lo era la Caracas del XVII, vivía sola, “por cuenta propia” (p.86).
Además con ella, soltera, Francisco Marín de Narváez “pudo haber
contraído matrimonio sin dispensación cuando hubo a doña Josefa”(p.100),
de hecho el mismo lo dice en su testamento(p.500). “No se pueden saber
las causas por las cuales no se efectuó un matrimonio, tratándose de una
doncella principal que no necesitaba dispensa en el momento”(p.101).
Como veremos es a ella a quien le atribuye Herrera-Valliant la
maternidad de Josefa, ha sido su nombre el que los siglos han tratado de
establecer con claridad, ahora sabemos que fue ella (p.122).
Aquí se lee “Resulta interesante notar que, si se acepta la presente
hipótesis de maternidad por parte de doña María Martínez Cerrada, sería
por vía de ella donde el Libertador vendría a recibir su único aporte de
sangre originaria americana, a través de una de sus tatarabuelas
materno-maternas(que era también una de sus cuartas abuelas por línea
paterna)” (p.101).
Cuando el capitán Marín de Narváez murió Josefa tenía cerca de seis
años, la madre dejó de existir cuando tenía ocho años. Fue entonce
cuando quedó entonces en las manos de don Pedro Jaspe de Montenegro,
hombre de escasas virtudes como había sido su propio papá. Anota
Herrera-Vaillant con su precisión habitual: “No sabemos las condiciones
de la tutela, pero ésta duró hasta que doña Josefa…cumplió los trece
años de edad, para cuya fecha Jaspe de Montenegro dispuso casarla con su
sobrino, al parecer traído recientemente de Galicia para éste mismo
propósito” (p.113).
Casó Josefa en la Catedral de Caracas(Noviembre 16,1681), en la misma
iglesia que guardaba en sus Libros de Registros su partida de bautismo.
Se desposó a los trece años, con el capitán don Pedro de Ponte y
Andrade. “Este Capitán fue Proveedor General de Caracas en 1679 y
Alcalde de la Santa Hermandad en 1687” (p.116).
Desde la muerte del padre y alejada de la madre, “Escaso control
tendría esta niña sobre sus destinos, pasando de una tutela en otra
hasta llegar a manos de su marido” (p.116). Y, más tarde, “Lo repentino
de su muerte, y el conflicto que sostenía con el marido por motivos
económicos dan pié a pensar en cualquier mala acción” (p.124).
Reitera Herrera-Vaillant: “En todo caso la muerte de doña Josefa
María Marín de Narváez parece tan misteriosa y triste como su breve
existencia, en la que resulta muy poco probable que pudiese ejercer el
menor control sobre sus propios destinos. Su desaparición física se
envuelve en un misterio tan tupido como su nacimiento. Triste y breve
fue también la vida de la que considero su madre, doña María Martínez de
Cerrada…Decididamente la herencia con que el capitán Francisco Marín de
Narváez trató de dotarla parece haber terminado como una maldición…Su
corta vida fue siempre controlada por otros: el capitán Gonzalo Marín
Granizo (1668-1674). Doña María Marín de Narváez (1674-1676), don Pedro
Jaspe de Montenegro(1676-1671) y don Pedro de Ponte y
Andrade (1681-1692)…Apenas hubo un instante en el cal, por una ley o
disposición, no estuviese sometida a voluntades ajenas. Nació en
situación irregular y murió bajo circunstancias misteriosas. Su vida,
toda. Parece un libreto de una trágica novela” (p.125).
EL SUCEDER
Con estos elementos debemos señalar que Josefa Marín de
Narváez (1668-1692), fue bisabuela del Libertador y sus hermanos. De ella
recibieron su gran fortuna: la Minas de Aroa, la casa de San Jacinto en
donde nacieron los Bolívar Palacios y la Capilla Catedralicia de la
Trinidad, en donde estuvo enterrado el Libertador y lo están hoy sus
padres e esposa.
Pero Josefa en apenas veinte y cuatro años de vida creó tales
controversias que solo ha sido ahora, cuatrocientos veinte y ocho años
después, que ello ha podido ser esclarecido, gracias a Herrera
Vallilant.
Fue ella quien le dio todo lo que hemos señalado y más. Pero ella fue
también, sin culpa alguna, la que impidió a los Bolívar Palacios
obtener el título nobiliario que desearon, ello no por haber sido negra,
como algunas fantasiosos creyeron, sino por la sencilla razón de haber
sido hija natural, reconocida por el padre a la hora de otorgar su
última voluntad. Pese a haber muerto soltero y estar aun, en Caracas,
también la verdadera madre de su hija, “la doncella principal”(p.500),
María Martínez de Cerrada, cuyo nombre conocemos ahora por primera, el
padre de la niña no llegó a casarse con ella. Pero, a la vez, y esto
permite también el libro que comentamos, una lectura contemporánea de
una historia tan antigua descubrimos que Josefa fue una mujer
maltratada, asunto que tanto nos interesa y ocupa hoy.
Herrera-Valliant ha logrado esclarecer el punto por haber logrado
encontrar en un Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, el testamento
de Francisco Marín de Narvaez(c1625-1673), padre de Josefa. Es allí
donde se engendró el llamado “nudo de la Marín” ya que en aquellos
infolios el capitán Marín de Narváez, aunque reconoció a la hija y le
dejó su inmensa fortuna (p.497), señaló que la madre de su hija había
sido una “doncella principal cuyo nombre cayo por su decencia”(p.500),
con ella pudo contraer matrimonio pues murió soltero y ella se casó
después de del deceso de Marín de Narváez.
Ese es el “nudo de la Marín”, que fue como entre los Bolívar Palacios
se llamó el asunto de la bisabuela, cuyo origen como hija natural les
impidió demostrar ante el rey Carlos IV(1748-1819) la limpieza de sangre
que era la que les hubiera permitido obtener aquel deseado título
nobiliario, auque de haberlo poseído, gracias a las gestiones que en la
península realizó don Esteban Palacios(1763-1830), tío materno de los
Bolívar Palacios y además padrino de Simón José Antonio, él es el tío
Esteban de la “Elegía del Cuzco (Junio10,1825), les hubiera durado muy
pocos años pues el 21 de diciembre 1811, en el artículo 204, de nuestra
primera Constitución los títulos nobiliarios fueron prohibidos para
siempre en nuestro país, desde ese momentos son ilegales. Y de hecho,
fueron muy escasos los venezolanos que los tuvieron, y siempre fueron
títulos espurios porque eran comprados por los Mantuanos con el dinero
que producían sus haciendas, por lo cual se les llamó “grandes cacaos”,
porque ninguno fue noble de cuna, el primer requisito para poseer un
título. Desde luego, no fueron títulos ilegales pues fueron pagados y
otorgados por su Majestad, pero hoy en el país republicano que somos
causan risa. Y de hecho los grandes venezolanos, los verdaderos, para
serlo, no lo necesitaron para nada: les bastó con su inteligencia,
formación y capacidad de trabajo e ingenio.
Durante más de tres siglos se ha tratado de averiguar, como ya lo
hemos indicado, cual fue la verdad sobre la Josefa Marín de Narváez y
segundo, descubrir el llamado “nudo”, es decir quienes fueron su padre y
su madre y cómo se llamó la progenitora. Herrera-Vaillant lo ha logrado
esclarecer al señalar, tras larga, minuciosísima y muy cuidosa
pesquisa, hecha a través de las 4000 personas que vivían en Caracas en
1673, año de la muerte, en Madrid, del capitán Marín de Narvaez que la
madre de aquella niña se llamó: María Martínez Cerrada (c1652-1675), “Por
todas las evidencias anteriores y hasta tanto se logre demostrar alguna
hipótesis al contrario, genealógicamente se puede considerar a doña
María Martínez de Cerrada como la probable madre de doña Josefa Marin de
Narváez, a quien el capitán Francisco Marín de Narváez pudo haber
engendrado una hija y abandonar al costo de dejar el país por siempre a
pesar de su evidente riqueza e influencia”(p.101). Esta es la
afirmación central de El nudo deshecho.
Aunque desde atrás se sabía que Josefa no podía ser negra pues había
sido bautizada en la Catedral de Caracas y su padre la había tenido con
una joven de la alta clase, “doncella principal” la llama(p.500). Ahora
tenemos más clara la historia, gracias a Herrera-Vaillant. Que no fue
Josefa Marín de Narváez negra sino blanca y de la clase alta, solo fue
hija natural, pero fue ello lo que impidió a los Bolívar Palacios
obtener el título nobiliario al cual aspiraban, pues fue Josefa una hija
natural reconocida pero cuyos padres nunca se casaron.
“Nudo” llamó al asunto don Feliciano Palacios y Sojo (1689-1756), el
abuelo materno de los Bolívar Palacios, en carta a su hijo Esteban
Palacios quien estaba en Madrid (Noviembre 9,1792), le dijo en ella “no
sé como compondremos el nudo de la Marín” (p.41).
En genealogía, indica Herrera-Vaillant, “nudo” es una ascendencia que
es casi imposible remontar, pero no tiene otra implicación” (p.41).
Hay sabemos que si bien se negó por mucho tiempo que el Libertador
tuviera ascendencia negra si la tuvo, bien lo demuestra el autor de esta
obra, le venía desde sus ascendientes canarios (p.131), pero la negritud
no le llegó por la sangre de la bisabuela Josefa. La sangre indígena le
vino por el camino de su tatarabuela natural María Martínez de Cerrada,
este hecho, desde luego, no impide recibir la herencia genética. Al
tener en sus venas, como lo vemos ahora bien, sangre negra e india y
haber nacido en hogar blanco fue el Libertador un mestizo, uno más de
una sociedad que él encabezó como el primer venezolano, fue uno más del
“pequeño género humano” que él dijo en la Carta de Jamaica (Septiembre 6,1815), del “mundo aparte” del Discurso de Angostura(Febrero
15,1819). Fue así el Libertador el completo hijo del mundo hispánico
que ya dijo don Miguel de Unamuno (1864-1936) en 1914, un mestizo más del
país más mestizo de Europa en el momento de iniciar la conquista de
nuestras tierras.
UNA OBSERVACIÓN
Hay un pequeño detalle que debió haberse aclarado mejor. Cuando se
refiere Herrera-Vaillant a que Rafael Diego Mérida (1762-c1828) fue el
“primero que publicó desinformación sobre el origen de la Marín de
Narvaez” (p.39) no indica la fuente en donde lo tomó, no dudamos de su
veracidad pero que en obras de este tipo eso se requiere. Es verdad que
lo dijeron José de la Riva Agüero (1783-1858), con el seudónimo de
P.Pruvonena, y Pedro Nuñez de Cáceres (1800-1863) en sus libelos. Se ha
señalado que los datos que utilizó Riva Agüero provenían de Rafael Diego
Mérida, posiblemente, suponemos, de un impreso suyo titulado Angustias de Colombia en 1828 (Panamá:
Imp.José Ángel Santos,1828), edición escasa y rara fue aquella que
nuestros pacientes bibliógrafos Ángel Raúl Villasana (1920-2004) y Blas
Bruni Celli (1925) no lograron registrar entre las ediciones del “tuerto”
Mérida que registraron con tanto detalle y precisión en sus obras. El
primero en su Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano,1808-1950. (Caracas: Banco Central de Venezuela,1976,t.V, p.166-167) y el segundo en su Venezuela en 5 siglos de imprenta.
(Caracas: Academia Nacional de la Historia,1998,p.950-955). Solo la
hemos visto citada, con muy escasos datos en su descripción
bibliográfica, en el Diccionario de Historia de Venezuela
(2ª.ed.Caracas: Fundación Polar, 1997,t.III,p.148) gracias al general e
historiador Héctor Bencomo Barrios (1924). Pero el “tuerto” Mérida, a
quien se llama aquí “cojo” (p.39), considerado el mas controvertido de
los contemporáneos de Bolívar por su biógrafo Jorge Luciani (1894-1956),
en estas incidencias ni siquiera lo cita don Manuel Segundo
Sánchez (1868-1945) en su estudio sobre el punto que Herrera-Vialllant
refiere (“Mito genealógico. Origen de Josefa Marín de Narváez” en sus Obras.
(Caracas: Banco Central de Venezuela,1964,t.II,p.426-451), trabajo, como
siempre fueron los de don Manuel Segundo, esclarecedor, de hecho nos
pone, con antelación, en el sendero al cual nos lleva ahora, con su
vasta documentación Herrera-Vaillant, allí ya se sabía, en los años diez
del siglo XX, año de su primera edición en El Universal (Caracas:
Julio 5,1917) que Josefa no era hija de una negra esclava sino que era
blanca y había sido bautizada en la Catedral de Caracas, iglesia de los
Mantuanos caraqueños de la época. Con ello no negamos que el “tuerto”
Mérida, hombre tan lengua suelta, hubiera podido referir el punto pero
el historiador está obligado a señalarlo con precisión, indicando el
lugar de donde lo toma. Lo que con sus libelos causó el “tuerto” Mérida
en Caracas fue tan grande que María Antonia Bolívar (1777-1842) la
hermana mayor del Libertador, que era mujer bravía y de armas tomar,
llegó a decirle a su famoso hermano(Julio 29,1824) “El Bribonaso de
Mérida ha tenido el atrevimiento de escribir contra todos los
principales de Caracas, y entre ellos los Toro incluyendo hasta las
mujeres y el día que su malignidad te tome a ti…le hago sacar el otro
ojo a palos” (Papeles de Bolívar. Caracas: Litografía del
Comercio,1917,p.357. Respetamos la ortografía de la época). La mejor
definición de lo que fue el “tuerto” es la que ofrece su biógrafo Jorge
Luciani: “¡Inaudita y desconcertante fusión de malos instintos y de
soberbias cualiadades¡.El arrojo del rebelde y las argucias del
intrigante, la verdad y la mentira, el patriotismo y la venganza, el
orgullo y la envidia, el desinterés y el cálculo, la convicción y el
disimulo, la rectitud y la felonía conviven en el alma y se tropiezan.
Son dos aspectos, cuán diferentes, de una misma figura, que la imprimen
relieve original. ¡Cuántas tinieblas!¡Cuanta luz¡ ¿Dónde termina el
bien?¿Dónde comienza el mal?¡Ser ambiguo que muchos no saben si elogiar,
si maldecir!” (El máximo turbulento de la Gran Colombia. Caracas: C.A.Artes Gráficas,1943,p.94)
LA NOVELA DE JOSEFA
Pero, además, al leer con atención El nudo deshecho nos
damos cuenta que aquí, con el caso de Josefa, muerta a los veinte y
cuatro años, tienen un gran material nuestros narradores para componer
una sabrosa novela histórica, que algún día un buen novelista que se
afirme en el pasado para componer su obra podrá componer una bella obra
sobre nuestro siglo XVII caraqueño y seguir así la lección dada por
Francisco Herrera Luque(1927-1991) nuestro primer novelista de aquellos
días de la colonia, especialmente en Los amos del valle (Barcelona: Pomaire,1979. 2 vols).
Será esta novela que proponemos, a partir de sugestiones del propio autor de El nudo deshecho,
una narración sobre los escándalos en las altas clases caraqueñas de la
colonia, fue la misma época de las turbulencias del benedictino fray
Mauro de Tovar, obispo de Caracas entre 1640-54, un psicópata sin duda,
quien al irse dijo “De Caracas no quiero ni el polvo”. Será la novela
del suceder vital de una niña nacida en lo más alto de la sociedad
provincial, hija de dos personas de aquel medio, el padre activo en la
vida municipal de la urbe, quien sedujo, dejó sin virginidad, al decir
su testamento que era “doncella”(p.500) está indicando que la joven era
virgen y la virginidad era un valor en aquellos días y en aquella
sociedad. Ya que embarazó a aquella muchacha no decidió casarse, y de
hecho se fue y no volvió más a Caracas, ¿por qué huyó, por ello?.
Seria también la novela que proponemos una obra sobre el abandono de
la madre y de la hija, sobre una niñita, Josefa, que fue separada al
nacer de su madre y enviada a un Convento, el de las Concepciones en la
esquina de Las Monjas, que fue el sitio donde se escondían todos los
llamados “malos pasos” de las niñas de la alta clase caraqueña de la
colonia, en ese mismo cenobio nació más tarde el general Manuel Carlos
Piar (1774-1817), otro hijo natural de una mantuana, Belén Jerez de
Aristiguieta y Blanco(1765-1850), una de las Nueve Musas.
Pero sería a la vez un libro sobre la inmensa fortuna que formó y
poseyó el padre de Josefa, sobre el tutor don Pedro Jaspe de
Montenegro (1617-1691), “uno de los personajes más prominentes y de mayor
actividad económica de Caracas en la segunda mitad del siglo
XVII” (p.113), pero sin duda un corrupto de la época, tanto como el
propio Marín de Narváez, de hecho debió salir de Venezuela, años antes
del nacimiento de la hija, perseguido por diversas denuncias (p.30). Que
Jaspe de Montenegro fue un muy parecido corrupto a los hemos conocido
nosotros con el tiempo es cosa conocida por nuestra historia desde
atrás, sus fraudes cometidos contra la Real Hacienda fueron públicamente
investigados (p.32).
Sería la que decimos una novela sobre el matrimonio casi impuesto de
Josefa con Pedro de Ponte y Andrade (1650-1716), traído aquí por su tío,
tutor de Josefa, Pedro Jaspe de Montenegro, para casarlo con la rica
heredera Josefa Marín de Narvaez, de la cual era tutor.
Josefa, a la vez, tuvo siete hijos: en “94 meses que duró su
matrimonio, entre los 13 y 24 años… se mantuvo encinta 63 meses y
lactando unos cuantos más” (p.118), observa Herrera-Vaillant. Sobre lo
que sufrió en los años del matrimonio hasta el punto de haber entablando
pelea judicial con el marido en los años finales de su vida, es posible
que estuvieran separados en el momento del deceso de ella, hay
evidencias en esta obra, la vida de Josefa fue como un calvario en esta
valle de lágrimas que para muchos ha sido siempre Caracas.
Para escribir la fascinante novela que sugerimos deberá empaparse
bien el novelista de la Caracas del siglo XVII. Allí encontrará los
cimientos para escribir el libro sobre una joven mujer: maltratada por
sus progenitores, el padre la abandonó, la madre dejó que se la llevaron
de su lado y la enviaran a un convento (p.78), el tutor se aprovechó de
su fortuna al igual que el marido quien prácticamente la mantuvo
embarazada a lo largo de la mayor parte del matrimonio.
LA SEGUNDA PARTE
En la segunda parte de El nudo deshecho nos ofrece
Herrrea-Vaillant la más completa genealogía del Libertador que se haya
compilado hasta ahora, basada en certera documentación. Según ella más
de 800 personas se pueden considerar hoy en día sus verdaderos
descendientes.
Para ofrecernos esta parte, siempre construida sobre la base de
amplia documentación y precisas afirmaciones, nos indica
Herrera-Vaillant que realizó “una especie de ‘auditoría genealógica’ de
sus antepasados conocidos…todo ser humano tiene exactamente dos padres
biológicos, lo cual deriva en cuatro abuelos, ocho bisabuelos y seis
tatarabuelos, y así sucesivamente en multiplicación geométrica. Cada
generación suma un 100% de modo que 2 constituye el 100% por ciento de
los padres, 4 el 100% de los abuelos, el 16% de los bisabuelos, y así en
adelante. De este modo asignamos a cada uno de los padres un 50%, a los
abuelos un 25%, bisabuelos un 12,5%, tatarabuelos un 6,25% y así
sucesivamente, exclusivamente para los fines de demostración y
análisis”(p.131).
Mayo 31,2011
Por: Roberto Lovera De-Sola
FUENTE: ANALÍTICA
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