Quema de basura se hace común

En Catia se recurre a esta práctica ante las fallas en el sistema de recolección


En los bloques de Lomas de Urdaneta, igual que en toda Catia, cada vez es más común quemar basura, una práctica que en el pasado fue proscrita por motivos ambientales y de salud pública (Cheo Pacheco)
En materia de basura, lo que sucede en Catia ha sido históricamente un aviso de lo que después le tocará a toda Caracas: las grandes acumulaciones de basura, hoy tan comunes para cualquier caraqueño, comenzaron en la populosa Catia antes que en ningún otro sitio.

Precisamente por eso, la ciudad entera debería colocarse en estado de alerta ante una práctica que cada vez es más común en la parroquia Sucre (la más poblada del más populoso de los municipios metropolitanos): la quema de basura.

Es también un regreso al pasado, a esa época en que lo habitual en tantos edificios caraqueños era quemar los desperdicios en el cuarto de basura, una práctica que por motivos ambientales y de salud fue proscrita cuando el gobernador del Distrito Federal era Diego Arria (década de los 70).

35 años después, el pasado domingo en la tarde, al menos dos contenedores ardían en Catia, uno en La Cañada y otro en la parte alta de Los Magallanes, y el lunes le tocó el turno al cuarto de basura del bloque uno de Lomas de Urdaneta.

A veces los incendios no se limitan a los confines de un contenedor o un cuarto de basura, y así en Macayapa, en invasiones que están en pleno Parque Nacional El Ávila, los vecinos descubrieron que una buena forma de deshacerse de las pantallas de basura que ellos mismos han creado era prenderles fuego. Esta superficie quemada ni siquiera está en la cuenta de las hectáreas afectadas por los incendios del Ávila que llevan los bomberos forestales.

En la parte baja de Nueva Tacagua, ese cementerio de escombros que debió ser desalojado hace muchos años pero en donde todavía malviven más de 800 familias, el aseo urbano ni siquiera llega a las terrazas más bajas, y allí quemar basura es la cosa más común del mundo. "¿Qué más nos queda? ¿Caminar dos kilómetros cuesta arriba hasta la terraza A cargando bolsas de basura?", se pregunta Nilsa Rojas en el bloque 19 de la terraza M.

Otros no precisan de tantas coartadas para justificar esta práctica: José Gutiérrez explica que en Los Magallanes deben elegir entre dos males: o tienen los basureros a cielo abierto (al final de la calle Gran Colombia o en el cruce entre el Cristo y El Lago, por ejemplo, hay botaderos gigantescos de basura en plena calle) o respiran el aire y las cenizas de la basura quemada.

Piensa que además de deshacerse de la basura, quienes la queman están también enviando un mensaje de protesta ante los problemas de recolección.

José Quintero, director de Procatia, observa con preocupación cómo toda la zona está desbordada de basura: "No sé si será por el incendio de la semana pasada en La Bonanza o por qué, pero la situación es preocupante. Y la respuesta que algunos vecinos han encontrado es quemar esa basura que no se recoge".

Él, que ha dedicado muchos años de su vida a dar talleres sobre la separación de los desechos sólidos en el origen, explica que por el volumen de basura que se produce en Catia, el problema no es sólo de recolección: "Hay que encontrar la manera de producir menos desechos. El reciclaje gana espacio en todo el mundo, pero parece que aquí esas noticias no han llegado, porque ninguna autoridad se muestra interesada en el tema".

"Nos tratan como animales"
Los incendios en los basureros como práctica común no es más que la consecuencia de las fallas en el sistema de recolección, por más que en esta materia, al menos en la parroquia Sucre, confluyen los esfuerzos del Ministerio de Ambiente, alcaldía de Libertador y Gobierno de Distrito Capital.

Maritza Chacón, del barrio Isaías Medina, resume bien la situación cuando dice que en materia de basura las autoridades tratan a los catienses como si fueran animales: los contenedores, en su mayoría, están destrozados (véanse los de la avenida El Cuartel o los de Los Cuatro Vientos) y ni siquiera pueden ser elevados por el camión, ninguno de los contenedores aún enteros tiene tapa (el modelo con tapa nunca llegó a la parroquia Sucre), debajo de éstos el lixiviado ha formado una costra negra que ha disuelto el pavimento, cuando se recoge la basura los alrededores quedan llenos de desperdicios y en muchos lugares (en el propio barrio Isaías Medina, por ejemplo) no hay contenedores y los desechos se acumulan en plena vía pública.

El lunes la entrada a Las Torres (Boquerón) era una alfombra de basura. No es que ésta estuviera a un lado de la vía o ocupando un canal, no, toda la vía está tapizada de los desperdicios que se riegan cuando recogen la basura. Allí Félix Valdés cuenta que la costumbre de quemar la basura todavía no ha llegado: "Pero eso es lo que provoca, porque nos tie nen viviendo como cerdos".

Se podría generar un problema de salud pública

La quema de basura genera no sólo monóxido de carbono sino también gases tóxicos debido a la incineración de polietileno (plásticos), y ello podría acarrear un importante problema de salud pública.

El neumonólogo Douglas Olivares explica que las consecuencias se sufren sobre todo a nivel de la vía aérea superior (irritación en las fosas nasales y la garganta), pero que eventualmente la inhalación de estos gases podría generar problemas también en el tracto respiratorio inferior, inflamando las glándulas de los bronquios en sus diferentes divisiones.

Estos gases son especialmente dañinos para las personas que tienen enfermedades subyacentes (asma bronquial es la más común) o trastornos obstructivos pulmonares.
Javier Brassesco
EL UNIVERSAL

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