Consideraciones por el día nacional del Guardaparque en Venezuela
Hombre fuerte y persistente
zamarro y muy llanero
siempre pensó que el guardaparque
está en la escala primero
Guardaparque - Miyel Rodriguez
No es cosa fácil trabajar con problemas ambientales sin considerar
el campo de lo político, sobre todo en tiempos donde se hace tan
necesaria una abierta discusión sobre las demandas de la sociedad de
elementos de la naturaleza, como el agua, alimentos y plantas
medicinales. Sin embargo todo el paisaje natural queda minimizado frente
a los requerimientos del recurso hídrico que ha vivido el país. Es un
tema que se ha reducido a los 'bajos' niveles de lluvias, al nivel del
espejo de agua en los embalses, a la rotura de alguna tubería o la
incompetencia institucional.
La conservación de los recursos naturales no es un asunto nuevo.
Ya en 1936 Henri Pittier, botánico y con profundos conocimiento de la
naturaleza del país, se encontraba sumergido en algunas reflexiones que
vienen al caso:
"...reflexiones a menudo amargas, provocadas por los incidentes de la ruta a través de la Cordillera de la Costa... Pasé cerca del gigantesco hotel de Rancho Grande, cuya construcción se había paralizado a consecuencia de los tremendos deslizamientos producidos por los imprudentes desmontes... empecé a notar desmontes nuevos y a oír distantes rumores de una insólita actividad en esos bosques hasta entonces sagrados por ser dominios del Dictador...De regreso a Caracas, hablé con varias personas influyentes acerca de la necesidad de preservar esos bosques de la destrucción, pero a la sazón desperté poco interés... Entonces escribí al General López Contreras, Encargado de la Presidencia, insistiendo sobre la importancia de hacer inenajenables todos aquellos bosques que se extienden de norte a sur entre las playas del mar y las llanuras de Aragua, y de oeste a este entre la línea fronteriza Carabobo-Aragua y el Pico de El Cenizo... No me hacía grandes ilusiones frente a ese atrevido paso mío, de modo que fue grande mi sorpresa y satisfacción , cuando el 13 de octubre de 1939 salió el Decreto Ejecutivo, haciendo un Parque Nacional de todo el territorio descrito...".[1]
Pittier supo que el problema ambiental sólo encontraría una
solución en la intervención de la política del momento. Y tras la
justificación del parque nacional Rancho Grande (rebautizado más tarde
en honor a Pittier), nacieron otros parques nacionales, entre ellos Guatopo, para proteger una gran extensión territorial destinada a surtir
de agua a Caracas y a los poblados circunvecinos de Miranda y Guárico.
Lo que significa que sin aquellos bosques de Guatopo el drama hídrico
sería de mayores dimensiones. Pero acá no deseamos referirnos sólo a
bosques y ríos. En otra contribución escrita para El Nacional –en
septiembre del 2005– manifestamos que el parque nacional El Ávila (hoy
Waraira Repano) se creó para detener el violento crecimiento que
experimentaba Caracas en la década de los 50, cosa que el tiempo
transcurrido a comprobado. Y entonces se gestó un parque nacional para
frenar el avance urbanístico en áreas que precisamente por su fragilidad
geológica no son aptas para la concentración y seguridad urbanas. Y en
este punto recomendamos la lectura de un valioso documento que
fundamenta el caso: "Caracas: Ciudad a Tres Niveles" (Ministerio de
Obras Públicas, 1954). Y dando ahora un salto en el tiempo, en diciembre
de 1999 Venezuela sufrió su peor desastre natural del siglo XX,
acontecido en una tragedia ocurrida en las faldas de El Ávila y que
afectó mayormente a las concentraciones urbanas ubicadas en áreas
sujetas a lo que se puede catalogar como un fenómeno denominado "período
de retorno", que considera el promedio en años para la ocurrencia de
eventos ya conocidos, de igual o de mayor magnitud. Es que el
acaecimiento de deslaves en la región ya había sido registrado e después
ignorado.
Quienes trabajan con la conservación del medio natural saben que
el desarrollo debe ir estrechamente relacionado con el conocimiento y
uso adecuado de los recursos naturales, con los estudios encajados los
procesos naturales y en la geología del lugar, y sobre todo con el
cuidado de los medios que nos ofrece la naturaleza para el bienestar
humano. Esto último incluye algo que hoy se define como 'servicios
ambientales', concepto referido a lo que se nos ofrece desde la
naturaleza, como las plantas útiles y medicinales, la regulación del
clima, los valores estéticos o el apoyo al ciclo de nutrientes, entre
varios otros. Porque en el fondo se trata de una relación que implica
una doble dirección, porque donde se agotan los recursos se materializa
una sociedad amenazada, y cuando esos agotamientos se tornan extremos
entonces ocurre la diáspora hacia otros entornos, hacia otros destinos y
así se desarrolla un círculo vicioso. Lo trágico no es sólo la pérdida
del lar sino además del arraigo, la pertenencia y buena parte de la
cultura. Ese escenario es lo que, por ejemplo, conforma una gruesa parte
del drama de países como Haití, donde -y es cosa comprobada- la pobreza
está estrechamente asociada a la degradación ambiental y a la pérdida
de hábitats. De modo que se puede afirmar que la pobreza también va de
la mano con agotamiento de los recursos y por ello vale decir que lo que
sea bueno para la naturaleza se revierte en bondades para la sociedad.
Regresando ahora a la idea de lo difícil de abordar lo ambiental
sin lo político, sirva acá un apoyo en el pensamiento del filósofo
Inmanuel Kant, quien era de la opinión que "la naturaleza quiere
irresistiblemente que al final sea la razón quien conserve el poder
supremo". Porque se trata de un argumento de valor que ha pasado
desapercibido cuando buscamos justificar la conservación de la
naturaleza bajo formas legales de protección. Y esto es de mucha ayuda,
cuando la opinión ciudadana anda mentalmente tan lejos del entorno
natural, al centrar su accionar y pensamientos en las necesidades más
inmediatas para hacer la vida tolerable, digamos, en lograr suficiente
comida, ropas, calzado y sobre todo seguridad personal. El problema es
que el encierro de cada quien en sus problemas diarios acorta la mirada
holística. Así que en general pocos ciudadanos echan una mirada hacia su
entorno natural. Mientras que quien vive en el contexto rural
–incluyendo a las sociedades ancestrales disociadas de sus tradiciones–
recurre a lo que tiene a la mano y entabla una relación negativa con los
recursos naturales, colocando un vínculo furtivo, ocupando con escasa
conciencia ambiental espacios que todavía vibran por su estado prístino,
en muchos casos conservados por medios legales para proteger los
recursos que garanticen el futuro de la sociedad en general, afectando
el interés común, el de todos.
Y como se trata de una vieja y conocida correlación, el Estado,
como medida precautelar y para evitar aquellos excesos que incluyen la
deforestación o la expoliación marina, la contaminación de las aguas, la
cacería de especies en peligro de extinción o amenazadas, y para
garantizar el objeto de la esencia de los espacios protegidos,
materializó la presencia un cuerpo de guardianes dedicados no sólo a
enfrentar las amenazas, un corps capacitado también para transmitir y
concientizar a los usuarios sobre temas de interés común, digamos la
historia natural del lugar, eventos climáticos e históricos, o sobre los
servicios que presta la naturaleza a la sociedad.
Y ante el cuadro expuesto nos permitimos ahora mencionar algunos
eventos que desdibujan la realidad en esas áreas legalmente protegidas,
las primeras entre ellas contradictoriamente ejecutadas –en claro acto
de anomia– por instituciones del Estado venezolano en perjuicio de la
sociedad: 1.- la reiterativa intención del Estado de alterar los
linderos del parque nacional El Ávila, cosa pretendida en el año 2005
para construcción de viviendas. Tal asunto se acalló momentáneamente
ante las continuas protestas de la sociedad civil organizada, pero que
en el transcurrir del tiempo decayó en abandono la noble misión que
todos debemos asumir para proteger el patrimonio natural del país, y así
se desató una invasión nada oculta en ambas vertientes, en ambas caras
de la montaña; 2.- la siguiente invasión fue oficial y realizada por la
institución gubernamental 'Misión Vivienda' en el parque nacional
Médanos de Coro –bajo la mirada complaciente de Inparques– y este fue un
caso denunciado ante la Fiscalía Ambiental, mas el ente encargado de
la persecusión penal no se hizo eco y dejó pasar desapercibido un crimen
materializado en la deforestación compulsiva de importantes hectáreas
para construir una urbanización en el Sector Las Marbellas; 3) la
construcción de viviendas por parte de efectivos de la Guardia Nacional
Bolivariana en el parque nacional Henri Pittier, caso ocurrido el
diciembre del mismo 2011 y que, tenemos entendido, el delito ambiental
fue detenido cuando ya los fundamentos para las casas habían fraguado;
4) por último, los homicidios de guardaparques ocurridos en diferentes
parques, y para el caso sucedidos en los fallecimientos de Guillermo
Medrano López, asesinado por sicarios madereros en Guatopo en noviembre
del 2007, Eudis Requiva, asesinado por invasores en el parque nacional
Macarao en julio del 2008 y Horacio Pérez Rivas, coordinador del parque
nacional Morrocoy, asesinado por ladrones en febrero del 2012 [2].
El 13 de febrero se celebra el día del guardaparque, una fecha que
limita su resonancia en los círculos de la conservación del patrimonio
natural, cosa que nos mueve a propagarla bajo un clamor urgente que
procure el apoyo consciente a estos honorables defensores del patrimonio
natural venezolano. Hoy, bajo un proceso político que no se orienta a
enaltecer los temas ambientales y en el que se han cerrado las
posibilidades para lograr soluciones a la impactante devastación del
patrimonio natural, nos apremiamos a dejar constancia de la existencia y
mérito de esa “delgada línea verde” que conforma el cuerpo de
guardaparques de Venezuela, esa tenue muralla que pone en riesgo su vida
para separar a los furtivos de los recursos naturales en peligro.
Rafael E García Peña
Rafael E García Peña
Fuentes consultadas
[1] Artículo de opinión publicado en El Nacional el día
jueves 10 de junio de 1948, y reseñado en la obra de Francisco Tamayo
(1985) Imagen y huella de Henri François Pittier 1853/1950. Intevep.
Centro de Investigación y Desarrollo de Petróleos de Venezuela. Caracas,
173 pp.
[2] http://www.guardaparques.org/home/guardaparques/memorial/caidos-en-servicio
TOMADO DE: EL NACIONAL
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