El 17 de enero de 1929 ocurre el último sismo destructor en Cumaná, Venezuela


A las 7:32 de la mañana del 17 de enero de 1929, un ensordecedor sonido tras un nefasto movimiento sorprende a Cumaná. El espantoso terremoto destruyó la ciudad primogénita del continente, así reportaba la prensa de la época.

Casas desplomadas y numerosos heridos, fue el resultado del terremoto. El epicentro del sismo se ubicó en el Golfo de Cariaco y sacudió el Oriente del país, acabando con la vida de más de un centenar de personas.

Plano de la ciudad de Cumaná para 1929

La ciudad de Cumaná para esa fecha contaba con unos veinte mil habitantes que quedaron devastados por el sismo que causó la muerte del 8% de su población, la destrucción de casi todas sus viviendas y el derrumbe de sus edificaciones (dos iglesias y un convento).

Para ese entonces, los principales monumentos de la capital (La Catedral, el Teatro José Siverio González, el Museo Sucre y el monolito levantado en 1913 en el sitio donde nació el Mariscal Antonio José de Sucre), fueron destruidos por el sismo.

Este evento natural produjo un tsunami de entre cuatro y cinco metros de altura que golpeó a la ciudad y cuyos daños se extendieron a San Antonio del Golfo, el Muelle de Cariaco, Cumanacoa, San Antonio de Maturín, Arenas y Santa Fe.


En el año 1929, Cumaná estaba alejada de todos los accesos carreteros, y las primeras noticias que se reciben en Caracas sobre este terremoto que afectó la ciudad capital del estado Sucre, son provenientes de telégrafos que existían en esa época.

Este sismo es uno de los eventos en Venezuela que históricamente ha dejado evidencia de las rupturas de superficies, teniendo como causante la falla de El Pilar, la cual dejó una huella cercana a los cerros de Caigüire al sureste de la ciudad de Cumaná. Por otra parte, hay escritos que indican que este sismo, produjo un evento tsunamigénico, ocasionando daños a nivel costero elevando peñeros y barcos hasta dejarlos en el solar de las casas.

También fue interrumpida la única comunicación que existía entre Cumanacoa y Cumaná vía tren, porque no había comunicación a nivel carretero y los barcos de auxilio que fueron enviados a Cumaná tardaron tres días en llegar, puesto que el trayecto era Caracas, La Guaira, Curazao y Guanta.

Éste es el primer evento en Venezuela que ha sido objeto de un informe técnico de un geólogo, y es uno de los primeros eventos que va narrando a nivel nacional la información, tal cual como fue levantada en esa ocasión.

Ya azotada la ciudad por el sismo principal, las noticias revelan que siguió temblando durante varios días. La documentación revisada hasta ahora indica que continuó así hasta finales de febrero, aunque MELCHOR CENTENO-GRAÜ (Ingeniero, político y pionero de la sismología en Venezuela) señala la permanencia de sismos hasta finales de abril.

Convento de San Francisco
Noticias de un temblor preliminar no reseñado originalmente por CENTENO-GRAÜ y que sin embargo fue el inicio de la catástrofe, se encontraron en un artículo de "El Universal" correspondiente al 18 de enero de 1929: "... Parece ser que contribuyó a impedir que el número de víctimas no fuera mayor, la circunstancia de haberse sentido una sacudida inicial de solo mediana intensidad, aunque dio tiempo a casi toda la población a echarse fuera de sus casas".

Además, se presentaron dos fortísimos temblores el día 29 de enero en Río Caribe a las 3:00 am e igualmente en Carúpano, un fuerte temblor a las 12:15 am y 1:30 am. Para el día 31 del mismo mes y en la madrugada sin precisare hora, Río Caribe vuelve a ser afectada por "tres movimientos sísmicos, precedidos de ruidos atmosféricos". En Porlamar el día 2 de febrero a las 4:00 am, se sintió un fortísimo temblor. Esta particularidad, bien podría asociarse a eventos aislados propios de la región.


Existen tres razones distintas por las cuales se cree que la ruptura que produjo este sismo fue muy superficial y muy cercana a la población:

  1. Según los testimonios, el ruido producido fue repentino e intenso, lo cual revela muy poca atenuación de las ondas de presión que lo produjeron.
  2. Lo repentino del movimiento inicial, tipo onda de choque, según el Ing. Víctor Silva Bermúdez, testigo presencial (15 años de edad al momento del sismo), fue muy violento, sin que lo precediera ninguna oscilación o movimiento menor; «todo el que estaba de pié sin apoyo cayó al suelo al primer movimiento». De acuerdo con Sydney Paige (Geólogo norteamericano, 1930), todos los consultados coincidieron en que «el choque llegó sin avisar». Tal comportamiento corresponde a una onda de choque recién emitida por el foco.
  3. La rápida disminución de la intensidad de daños con la distancia hacia el Sur de Cumaná, como lo reporta Paige (1930). Es típico de un sismo superficial un alto gradiente en la intensidad cerca del epicentro (por ejemplo, leyes de atenuación de intensidad con la distancia epicentral, FUNVISIS, 1997).
Castillo San Antonio (foto de Iñaki Mirena Anasagasti Olabeaga)

El testimonio del cumanés Melchor Centeno Grau, quien vivió esos aciagos momentos fue:

“...lo primero que se sintió ese día fue una gran detonación, como una formidable centella, e inmediatamente una espantosa trepidación y ondulación que arruinó casi por completo todas las casas y edificios. El mar se retiró como 200 metros, y después vino una ola de seis metros de altura que barrió las casas de la playa.”

Al respecto, otros testigos declararon que la ola penetró más allá de la línea de costa en la zona de El Salado, desembocadura del río Manzanares y El Dique; pasando por el lecho del río hasta las inmediaciones del puente Guzmán Blanco, causando «una crecida del río».

Primer hospital de la Cruz Roja instalado para atender a las victimas del terremoto

Andrés Eloy Blanco, el poeta cumanés, quien se encontraba preso en la Rotunda por enfrentar la dictadura de Gómez, escribió una nota de carácter periodístico donde destaca este hecho y da cuenta de las circunstancias en las que conoció la terrible noticia:

“Estábamos en un calabozo de La Rotunda. Al promediar la mañana, el carcelero entró. Dijo cosas vagas, como si quisiera prepararnos a recibir malas noticias. Tenía todo el aire de quien prepara un golpe escénico, había en él una curiosa mezcla de conmiseración y deleite. Especialmente a mí me dirigía miradas de reserva piadosa. Ese hombre sabía que yo era cumanés.- ha ocurrido algo muy serio por Oriente... - ¿Invasión?, preguntamos esperanzados. - Eso desearía usted! … Terremoto. - ¿en Cumaná?, interrogué - en Cumaná. - ¿muchas víctimas? - ¿para que se lo voy a ocultar?
Y aquel hombre que sabía cuánto había ocurrido y podía decirnos la verdad, no pudo olvidar la función de tortura que el ejercía allí. Por eso dijo lo que dijo: “Cumaná ha desaparecido. El mar la ha cubierto totalmente. No se ha salvado nadie”. Cierto era que habían caído muchos techos en Cumaná; que habían muerto muchos seres. Pero sobre nosotros cayó mucho más que eso, cayeron cuatrocientos años de gentilicio indio-español, cayó la primogénita de la patria primogénita de la América española, cayó la cuna del teniente sin igual, cayó la torre cristalina de la ciudad lírica. Y encima de esa catástrofe sin muertos, cayeron los muertos y se sumergieron las manos de recoger las uvas y los torsos golferos de desafiar las olas. Y no quedaba nada más que unos presos, cuatro paredes y un carcelero”. 

Cuando ocurrió el terremoto, tres de las esferas del reloj de la Iglesia de Santa Inés quedaron paralizadas, habiendo seguido en marcha solo una, razón está por la cual se pudo apreciar con la mayor exactitud que el tremendo cataclismo había ocurrido a las 7:32 de la mañana. Algunos meses después, cuando se llevaron a efecto las reparaciones que necesitó el Templo para corregirse los deterioros ocasionados por el sismo, fue pintado en la otra torre gemela de la Iglesia, un reloj indicando la hora exacta en que quedó sumida Cumaná en ruinas.



Fuentes consultadas:

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