Síndrome de la cabaña. Impacto psicológico tras el aislamiento por la cuarentena


Después de más 50 días en sus casas, las personas podrían experimentar miedo a salir de sus hogares, cuando el encierro se transforma en la normalidad y provoca ansiedad.

Nadie se imaginó que el aislamiento social, preventivo y obligatorio duraría más que unas pocas semanas, a lo sumo un mes. Sin embargo, en algunos lugares suman ya más de 50 días en sus casas desde el día de inicio de la cuarentena, que en Venezuela comenzó el 16 de marzo y por ahora se extenderá hasta el 16 de mayo, fecha en la que muchos fueron por última vez a sus trabajos, estuvieron en la calle caminando, trotando, haciendo actividad física o reuniéndose con sus amigos, familiares o conocidos, más que simplemente para salir al supermercado o la farmacia.

Desde hace unos días, los informativos de diferentes canales de televisión y diferentes medios de prensa escrita han comenzado a hablar del "Síndrome de la cabaña" como una de las posibles consecuencias del confinamiento para el conjunto de la población. Atendiendo a la información que nos aportan para definirlo, éste se caracteriza por la incertidumbre y el temor a volver a salir de casa tras tanto tiempo recluidos en nuestras casas. En su definición, también nos hablan de tres tipos de síntomas que puede presentar en quienes lo padezcan:

  • Síntomas físicos: sensación de cansancio, entumecimiento de extremidades (piernas y brazos) y dificultad para levantarnos por las mañanas.
  • Síntomas cognitivos: problemas de concentración, fallos de memoria y falta de motivación.
  • Síntomas emocionales: tristeza, miedo, angustia, frustración.


Con el correr del tiempo, el confinamiento y aislamiento se fue transformando en la rutina y en la realidad de la gran mayoría de grandes y chicos, mientras que la calle un lugar amenazante, hostil, de riesgo ante la posible exposición al temido virus SARS-CoV-2, responsable de la enfermedad COVID-19, que según datos de la universidad de Johns Hopkins contabiliza 3,8 millones de infectados, 267 mil muertos y 1,2 millones de recuperados en todo el mundo.

Es así como para muchas personas estar entre cuatro paredes se siente bien, transmite una sensación de seguridad y tras tantos días, se acostumbraron a adaptar sus vidas a este nuevo contexto global.

El síndrome de la cabaña no es una entidad clínica. Es tener miedo a salir de casa como consecuencia de llevar muchas semanas confinados, y eso pasa factura. Además, ahora se añade el poder salir repentinamente a la calle, mismo lugar que durante muchos días se ha percibido como ‘’un lugar peligroso’’/ ‘’el lugar donde te puedes contagiar’’.

El doctor Pedro Horvat, médico psiquiatra y psicoanalista explica:
"El nombre del síndrome de la cabaña aparentemente provendría de experiencias de cazadores en los Estados Unidos que se refugiaban en cabañas del bosque frente a alguna tormenta o peligro determinado, animales salvajes por ejemplo, que luego, aún cuando aparentemente ya había cesado el peligro tenían miedo a salir".

Cuando hablamos del síndrome de la cabaña, nos referimos a un estado anímico, mental y emocional que se ha estudiado en personas que, tras pasar un tiempo en reclusión forzosa, han tenido dificultades para volver a su situación previa al confinamiento.

Pedro Horvat continúa:
"Esto aplicado al caso de la cuarentena y lo que nos pasa a nosotros es que es cierto que hay muchas personas que dicen que aún habilitado el permiso para salir les da miedo o les produce angustia. Esta angustia tiene dos orígenes diferentes: uno real, no tenemos la vacuna ni el remedio contra el COVID-19, por lo tanto vamos a salir a la calle y no sabemos si la persona que está cerca tiene el virus, si un objeto que estoy agarrando o mis propias manos han estado en contacto con el virus, es decir hay una parte de la angustia que tiene que ver con el peligro real"
"Por más de que usemos barbijos (mascarillas, tapabocas), guardemos distanciamiento social, va a haber algo de paranoia y un poquito de hipocondría que todos vamos a compartir, el temor, la desconfianza, de no saber si nos hemos acercado demasiado, si nos llevamos las manos a la cara, etcétera, sumado al hecho de que es una enfermedad potencialmente muy grave, no son evidentes los síntomas de quien está contaminado y no tenemos cura, entonces todo esto transforma al COVID en un fantasma que sobrevuela permanentemente".
Para el doctor Alberto Cormillot:
"Lo recomendable es salir a la calle de a poco, ver a alguien conocido, que cada persona esté en contacto con la misma persona, el famoso sistema de la burbuja, salir con alcohol en gel, barbijo y máscara e ir viendo, cómo uno se siente cómodo".

Si pensamos en los primeros días de trabajo tras la vuelta habitual de las vacaciones, ¿no es cierto que, en general, sentimos que estamos más cansados o que no rendimos al 100% hasta pasados unos días? .

Igual nos parece algo más sensato pensar que la vuelta a la rutina y a la normalidad, como a la vuelta de unas vacaciones de verano, la gran mayoría tengamos que pasar por un “periodo de adaptación” hasta conseguir ser quienes éramos en todos los aspectos de nuestra vida.

Aunque gran parte de la población tan solo necesite de este “periodo de adaptación”, existe un mayor riesgo para sufrir algunas consecuencias negativas que vayan más allá de “unos días malos” para aquellas personas (de la población general, sin patologías mentales graves previas) que presenten ciertas vulnerabilidades. Desde la psicología se baraja la posibilidad de que un cierto nivel de miedo al contagio será adaptativo, porque nos ayudará a mantener nuestros rituales de limpieza y protección y que podamos seguir las pautas establecidas por el gobierno en cada una de las fases de la desescalada. Lo perjudicial es cuando ese miedo nos limita, nos invade y nos genera otras consecuencias psicológicas como es ansiedad, crisis de pánico o insomnio.

¿Recomendación? Entender la realidad. En este caso, la realidad no es otra que, si bien existe la posibilidad de contagiarnos, si seguimos las pautas e indicaciones de higiene que nos proporcionan las autoridades sanitarias, podemos “librarnos” del virus.


Como última reflexión, hay que recordar que el exceso de información (en ocasiones poco contrastada y alarmista) es tan peligrosa como la total desinformación.

Fuentes: La Síntesis y CES EDUCA



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